Después de una espera de dos años, he podido volver a navegar con el
Sobrevent, durante la primera semana de junio. Las averías y la pandemia fueron los impedimentos. Tras tanto tiempo que mi querido balandro ha pasado en soledad en el pantalán, las drizas no corrían bien y he tenido que ir cambiando algunas cosas de la jarcia de labor. También he tenido que instalar un nuevo compás de navegación, con su tapita correspondiente pues el antiguo no la llevaba y se había quedado sin líquido de amortiguamiento; el plástico, muy deteriorado por el sol, ya no permitía leer bien los rumbos de la rosa. Aún me queda, no obstante, cambiar algunas cosillas más. El motor auxiliar funciona muy bien, y con los trabajos de limpiar y pintar la obra viva con la pintura anti incrustante, el balandro se desiza y maniobra muy bien. He ordenado todo a bordo, y estoy haciendo listas para poder encontrar las cosas con la mayor rapidez posible. He revisado los filtros y se han cambiado los dos ánodos del eje del motor. He ordenado los cabos de amarre y los de fondeo en el cofre de popa de babor y, además, he guardado allí lo mínimo (cubo, garrafa con comubustible de emergencia, y o otros enseres), de manera que permita acceder a los grifos de fondo, en especial el de entrada de agua de refrigeración del motor diesel, del modo más franco y rápido posible. El lector de la profundidad y de la corredera se había estropeado hacía tiempo, así que tuve que cambiar también este dispositivo; sin embargo, sigo intentando poner a punto la corredera, pues no acaba de funcionar bien a pesar de haber limpiado bien la hélice del transductor. Además,
acabamos de pasar el dichoso trámite sacaperras de la ITB. $\square$